miércoles, 10 de diciembre de 2008

Lo sospechosos no viajan a Suiza (4)

4

Realmente Marie y yo nos reunimos una tercera vez, fue el jueves anterior al robo cuando vino por la noche a mi propia casa. Lástima que ahora esté ya detenida y en espera de un juicio que seguramente le supondrá unos cuantos años entre rejas.

Me gustaba mucho esa viejecita, siempre lo planeaba todo tan bien. Para observar un banco por dentro aparecía con cualquier excusa. Trabó amistad con dos empleadas sólo por conseguir información del banco, y, como toque maestro de su plan perfecto, llegó a conseguir que el propio director del banco fuese cómplice del atraco.

Así se cree que fue su primer gran atraco, hará unos veinte años. Y así fue como atracó su último banco. Todo lo dispuso de la misma forma sólo que un detalle le salió mal.

Ninguna de las dos veces que se presentó en el banco, pidiendo una entrevista privada conmigo tenía la intención de hablarme de su hijo y Pam, todo ese teatro lo hizo para dar a la gente de qué hablar. Venía para presentarme su plan, no se cómo se las ingenió para saber que yo aceptaría, pero el caso es que apareció por allí con mapas y esquemas ya preparados y con bastantes cosas de que hablar.

Yo nada le debía a la vida, ya que todo cuanto me había dado había terminado quitándomelo, así que en cuanto vi la oportunidad que se me estaba presentando decidí no desaprovecharla.

Ni en el banco ni en todo Dublín había nadie que me respetase de verdad, y si a alguien le importaba era por miedo a perder su empleo. Aquí en Suiza no me prejuzgan ni se interesan por mi pasado, ahora tengo dinero y me respetan. Y aunque para conseguirlo tuviese que irme con el dinero del banco, dejando a Marie en la estacada, no me arrepiento de ello. Se merece estar en la cárcel.

Edward Cramer


- FIN -

sábado, 6 de diciembre de 2008

Los sospechosos no viajan a Suiza (3 d)

3 d

Llego por fin al capítulo de los famosos rumores. Ante todo he de decir que no ha sido todo más que una fatal y sobre todo trivial coincidencia. Fueron solamente tres las noches que estuvo la luz de mi cuarto encendida hasta altas horas de la madrugada, y una de ellas fue debida a un simple descuido. Son las otras dos las que sí tienen importancia.

La primera noche fue, naturalmente, a Joe a quien invité a cenar. Si sirve de algo anotaré que pasamos una velada muy agradable, a pesar de lo que puedan decir las malas lenguas, sin hacer nada de lo que nos podamos nunca arrepentir.

Marie fue la que me visitó el otro viernes, venía a pedirme que dejase a Joe, qué curiosa resultó aquella noche, Marie y yo nos congraciamos y hablamos mucho, casi diría que lo hablamos todo. La señora O'Harlay tiene una risa muy especial, sincera y agradable, creo que es lo único sincero y agradable que tiene.

Nunca me ha gustado que nadie fuese a la cárcel, aunque lo mereciese. Quizá nunca he sido capaz de comprender cómo alguien puede hacer algo voluntariamente por lo que pueda terminar entre rejas. Y cuando quien va a cárcel es alguien a quien conozco me resulta más inexplicable todavía. Así que, aun con todas las pruebas a favor, ni a la persona más despreciable dejaría que metiesen en la cárcel.

Pamela Wilson

martes, 2 de diciembre de 2008

Los sospechosos no viajan a Suiza (3 c)

3 c

Respecto a Joe, no tengo nada que decir, los motivos por los que Joe y yo comenzamos a vernos no son de la incumbencia de nadie ni tienen importancia para este caso. Por tanto, es únicamente de su familia de quien voy a hablar. A pesar de que Joe se negara a que yo los conociera, me las ingenié para visitarlos y no me arrepiento de ello. Su padre era un hombre encantador, o al menos lo había sido alguna vez, ahora su carácter estaba totalmente arruinado por la bebida, y a veces se irritaba mucho y llegaba a pegar a Marie, su mujer. Afortunadamente para ella era muy de vez en cuando, y sólo cuando tenía motivos para hacerlo, por ejemplo, cuando descubrió que había sido la propia Marie quien había inventado el pernicioso rumor de que Bud y yo nos veíamos -no tardaré en hablar de todo eso- llegó a su casa hecho una furia y sacudió a Marie de forma brutal. Esto sucedió, precisamente, dos días antes del robo.

Marie O'Harlay, sin embargo, no era ni lo había sido nada encantadora. Si se le notaba que era vieja era por las arrugas y por los chismes y mentiras que era capaz de inventar, y de hecho los inventaba. Pero no lo hacía por diversión sino que siempre tenía un objetivo, siempre había algo que quería conseguir a costa de lo que fuese.

Había sido una de las mejores carteristas de los barrios bajos, y es muy posible que pudiese competir todavía con ellos, sus dedos seguían ágiles, y aún conservaba una rapidez y una serenidad que parecían provenir de sus tiempos fuera de la ley. Había hecho de todo, estafado, timado, robado, atracado y muchas más cosas que no llego ni a sospechar. Tenía también alguna que otra neurosis obsesiva respecto a su hijo, creía que yo se lo iba a robar o algo por el estilo. Una individua muy peculiar la señora O'Harlay.

(...continuará...)

Pamela Wilson