viernes, 28 de noviembre de 2008

Los sospechosos no viajan a Suiza (3 b)

3 b

Edward era bastante irascible y no dejaba de inculpar a Joe en el robo, aunque no hubiesen pruebas contra él, pero para el pobre señor Cramer, el mundo era sólo tal y como él lo veía tras sus anteojos. Mucha gente llegaba a despreciarlo por su carácter agresivo y dominante, pero nadie se preocupaba por conocerlo. Realmente no era fácil, pero se podía descubrir en él un gran corazón bajo el caparazón del autoritarismo. Todo lo causó un accidente de tráfico; varios años atrás, su esposa y sus cuatro hijos murieron al despeñarse el autobús en el que viajaban. El señor Cramer quedó muy afectado y llegó a estar internado en un hospital psiquiátrico durante un mes. Desde entonces tuvo que enfrentarse con todas su fuerzas contra la vida, que todo se lo había quitado, y que ninguna ilusión le ofrecía.

Criss y yo éramos las únicas personas que conocíamos todo esto y Edward casi nos despreciaba por ello. Aunque sabíamos que nada podíamos reprocharle. Era Criss quien más tiempo llevaba trabajando en el banco, y la que más confianzas se permitía con el señor Cramer. Sus no asistencias al trabajo no eran tan numerosas como Edward creía, y estaban sobradamente justificadas, al menos en mi opinión, pero Cramer pensaba de otro modo.

(...continuará...)

Pamela Wilson

lunes, 24 de noviembre de 2008

Los sospechosos no viajan a Suiza (3 a)

3 a

Cuando me dijeron que habían atracado el banco en seguida supe quién había sido. Se había comportado de forma extraña aquellos días y no era raro pensar que tramaba algo, aunque la policía ni siquiera llegase a sospechar de ella.

Por supuesto que la ‘lista de los cuatro’ estaba incompleta, o, cuando menos, injustamente considerada. Sólo cuatro personas -me decía el detective Barrow- han podido organizar este atraco; Edward Cramer, el director del banco; Cristine Harlow, jefa de personal; usted misma, señorita Wilson; y Joe O'Harlay. Y sólo el señor Cramer está fuera de sospecha. Así que, ¿tiene algo que alegar en su defensa?

Mike era un policía encantador, pero no había quién lo soportase cuando se ponía en plan de película americana.

— No estoy de acuerdo con esa lista —le dije— y, como usted sabrá, todo el mundo es inocente mientras no se demuestre lo contrario.

Y lo contrario nunca se demostró.

Un buen día nos reunieron a los tres sospechosos y nos interrogaron, muy amablemente, eso sí, pero sin rodeos.

En primer lugar, Joe lo único que sabía era lo que yo misma le había comentado la tarde anterior al robo. Tal y como lo había dispuesto el señor Cramer, el dinero quedaba un instante sin vigilancia, mientras se abría la caja y se protegía el furgón hasta que se fuese. Me extrañó mucho, pero no tuvo más importancia que yo me preocupara por eso.

Tom y Dick habían visto constantemente a Joe, y así lo declararon los dos guardias; Criss se había tenido que ir, como muchas otras veces, cosa que exasperaba a Edward, a Swords a cuidar de su anciana madre que sufría una grave enfermedad, varios familiares podían corroborarlo. Respecto a mí, habían bastantes dudas.

(...continuará...)

Pamela Wilson

jueves, 20 de noviembre de 2008

Los sospechosos no viajan a Suiza (2 c)

2 c

Respecto a los rumores no tengo nada que decir, mi padre no tenía nada que ver con Pam y quién la visitaba todos los viernes por la noche, nunca quiso decírmelo, aunque creo sospechar quién era. Pam sólo tropezó con Bud una vez, en aquel pub de los barrios bajos, mientras esperaba a que terminase de reparar la caldera. El dueño del pub era un gran amigo mío, y como yo tenía bastante experiencia en fontanería gracias a mi padre, me pidió que le echase un vistazo a las tuberías. Cuando salí, como teníamos prisa, tuve que llevarme a Pam del brazo, realmente me sentía avergonzado de mi padre, borracho, con una jarra de cerveza en cada mano y un aliento capaz de tumbar a un elefante, yo había insistido en que Pam no debía ir a aquel pub, pero ella insistió en esperarme allí. Aunque no tuvo mayor importancia el incidente.

Mi madre tampoco era motivo de orgullo para mí, en sus tiempos había sido delincuente juvenil, y había pasado por mil y una fechorías hasta encontrar al que sería mi padre en quién sabe qué sitio. Era una vieja quisquillosa y chismosa y no dejaba de meterse conmigo y con Pam.

Yo no quería que Pam conociese a mi familia, pero eso no fue posible, si Pam tenía alguna debilidad, esa era la gente, le encantaba relacionarse con cualquier persona que encontrase, era muy abierta y comunicativa, además de bastante alegre. Fue un día a visitar a mi madre y estuvo hablando con ella largo y tendido. Nunca se llevaron muy bien ya que a mi madre le obsesionaba la idea de perderme, siempre tenía fantasmas y manías rondándole por la cabeza.

No tuve más remedio que dejar de visitarla y vivir mi vida sin que ella se entrometiese, aunque fue casi imposible, llegó incluso a aparecer en el banco para hablar con el señor Cramer sin que ninguno de los dos me dijese qué pasaba.

Joe O'Harlay

domingo, 16 de noviembre de 2008

Los sospechosos no viajan a Suiza (2 b)

(Seguimos con esta historia que ya tiene sus añitos. Espero que os guste.)

2 b

Aparte de conocer a Pam, lo único que no me gustaría olvidar de todo cuanto ha pasado en el banco es el robo. Todo lo que ha sucedido en los dominios del señor Cramer ha sido extraño, pero aquella tarde del viernes lo fue aún más.

Pam no hacía mucho que se había ido a su casa, como solían hacer algunos las tardes de los viernes, y sólo quedábamos unos pocos terminando lo que hubiese que terminar y los guardias de seguridad. En aquel momento deberían estar terminando de descargar el furgón cuando sonó de pronto la alarma. Corrimos hacia la puerta de atrás y cuando llegué yo, Tom ya la cerraba.

— El furgón ya no está aquí —me dijo—, han descargado y se han ido sin novedad hace un rato.

La alarma sin embargo seguía sonando y parecía haber sido accionada desde otro sitio. Tom y el otro guardia registraron todo el banco y aun el sótano y la cámara, y sólo encontraron al señor Cramer, hecho una furia preguntando qué sucedía que dónde estaba el dinero y por qué no hacían nada para encontrarlo. Cuando nos dimos cuenta de qué sucedía, el dinero ya había desaparecido, y al señor Cramer, qué lástima, casi le había dado un infarto, decía no sé qué de haber vigilado el furgón y otras sandeces que nadie tomó en cuenta.

Pocos días después‚s apareció un policía muy simpático, Mike Barrow creo que era su nombre, e hizo preguntas a todo el mundo dispuesto a solucionar el misterio. El personal del banco le prestó todo su apoyo, excepto, por supuesto, el director, que se mostró bastante esquivo con ‚l.

Cuando sospecharon de mí por segunda vez, llegaron incluso a llevarme a comisaría e interrogarme, pero yo no había hecho nada malo, y de nada podían acusarme, así que no tardé en volver a mi casa, aunque nunca dejaron de sospechar de mí por culpa del maldito señor Cramer.

(...continuará...)

Joe O'Harlay

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Los sospechosos no viajan a Suiza (2 a)

(Seguimos con esta historia que ya tiene sus añitos. Espero que os guste.)

2 a

Sólo cuatro personas en aquel banco pudieron haber robado el dinero; Pam Wilson, encargada de las transacciones comerciales con el extranjero; el propio director del banco, el señor Cramer, un tipo excéntrico, de edad madura, calvo y grueso, que siempre tenía interpretaciones matemáticas para todo, hasta llegar a exasperar a todos los empleados, aunque claro, era el director y nadie escatimaba loas y alabanzas al gran dios griego, realmente era un tipo despreciable, sólo veía aquello que él quería ver, y las cosas eran siempre como él las interpretaba, aun si la interpretación fuera estúpida. La señorita Cristine Harlow la jefa de personal, estaba ya harta de sus constantes refranes y ‘verdades de libro viejo’ como ella las llamaba. Criss era pelirroja y muy guapa, y aunque tenía un carácter algo arisco, todos los del banco la apreciábamos mucho porque sabíamos que guardaba un corazón de oro, por cierto, ella era otra de las personas que tenía posibilidad de robar el dinero aquel viernes.

La cuarta persona era yo, aunque nadie sospechaba de mí hasta que metí la pata en uno de los interrogatorios y se descubrió que yo sabía más de lo que debería. Tampoco era mucho, sólo lo que Pam me había contado acerca de la llegada del furgón y del lapso de tiempo en que quedaba el dinero fuera de vigilancia, sólo un instante, pero suficiente como para que se armase todo lo que se armó.

De todos modos no tardé en quedar fuera de sospecha, ya que al menos dos de los guardias de seguridad, creo que fueron Tom y aquel del que nunca recuerdo el nombre, me vieron cuando sonó la alarma, que más que ayudar sólo consiguió confundirnos, y así se lo declararon a la policía. Sin embargo, El señor Cramer consiguió que me volviesen a creer sospechoso con sus influencias y todo su poder burocrático, ese hombre debería estar al menos en un sanatorio.

Siempre que sucedía algo en el banco, me lo achacaba a mí, yo era el que lo hacía todo mal, el que siempre se equivocaba y no daba ninguna a derechas, y por supuesto no había forma de defenderse contra estas acusaciones ante él, se creía dueño de la verdad absoluta, incluso por encima de la verdad misma.

Yo creo que me envidiaba porque Pam se fijó en mí y no en él, cuando empecé a salir con ella, noté que Cramer se indignaba por cualquier detalle sin importancia. Y a medida que pasaba el tiempo, y Pam y yo nos entendíamos cada vez mejor, Edward llegó a aborrecerme, e incluso a odiarme. Yo sabía que quería despedirme, y que aprovecharía cualquier excusa para hacerlo, aunque realmente ya tenía yo ganas de alejarme del señor Cramer y de todo lo que él dominase.

(...continuará...)

Joe O'Harlay

lunes, 10 de noviembre de 2008

bajamos el ritmo... pero seguimos en la brecha

Quien mucho abarca poco aprieta...
Así que, como ha quedado claro en las últimas semanas, voy a bajar el ritmo de actualizaciones de este blog. Pero no lo voy a abandonar, porque, simplemente, necesito seguir practicando, seguir aprendiendo, seguir manifestándome a través de la magia de las palabras... La uva está hecha de vino y los seres humanos estamos hechos de palabras.