jueves, 20 de noviembre de 2008

Los sospechosos no viajan a Suiza (2 c)

2 c

Respecto a los rumores no tengo nada que decir, mi padre no tenía nada que ver con Pam y quién la visitaba todos los viernes por la noche, nunca quiso decírmelo, aunque creo sospechar quién era. Pam sólo tropezó con Bud una vez, en aquel pub de los barrios bajos, mientras esperaba a que terminase de reparar la caldera. El dueño del pub era un gran amigo mío, y como yo tenía bastante experiencia en fontanería gracias a mi padre, me pidió que le echase un vistazo a las tuberías. Cuando salí, como teníamos prisa, tuve que llevarme a Pam del brazo, realmente me sentía avergonzado de mi padre, borracho, con una jarra de cerveza en cada mano y un aliento capaz de tumbar a un elefante, yo había insistido en que Pam no debía ir a aquel pub, pero ella insistió en esperarme allí. Aunque no tuvo mayor importancia el incidente.

Mi madre tampoco era motivo de orgullo para mí, en sus tiempos había sido delincuente juvenil, y había pasado por mil y una fechorías hasta encontrar al que sería mi padre en quién sabe qué sitio. Era una vieja quisquillosa y chismosa y no dejaba de meterse conmigo y con Pam.

Yo no quería que Pam conociese a mi familia, pero eso no fue posible, si Pam tenía alguna debilidad, esa era la gente, le encantaba relacionarse con cualquier persona que encontrase, era muy abierta y comunicativa, además de bastante alegre. Fue un día a visitar a mi madre y estuvo hablando con ella largo y tendido. Nunca se llevaron muy bien ya que a mi madre le obsesionaba la idea de perderme, siempre tenía fantasmas y manías rondándole por la cabeza.

No tuve más remedio que dejar de visitarla y vivir mi vida sin que ella se entrometiese, aunque fue casi imposible, llegó incluso a aparecer en el banco para hablar con el señor Cramer sin que ninguno de los dos me dijese qué pasaba.

Joe O'Harlay

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